martes, 24 de abril de 2018

Los barberos en la antigua Roma


El cuidado de la barba y el cabello de un romano corría a cargo del tonsor. Se trataba de un asunto al que se concedía suma importancia, hasta el punto de que un hombre con el cabello mal cortado caía en el más espantoso ridículo y era objeto de mofa.


El romano que era lo bastante rico como para tener estos barberos-peluqueros entre el personal de servicio doméstico, se ponía en sus manos cada mañana y después nuevamente a lo largo del día en caso de que fuera necesario. Los que no podían costear los servicios de uno privado, acudían a diversas horas, con la frecuencia precisa, a una de las innumerables barberías o tonstrinae. Muchas de estas tiendas, abiertas desde el amanecer hasta la octava hora (más o menos la una de la tarde), estaban localizadas en las inmediaciones del Circo Máximo. Otra alternativa eran los barberos ambulantes que ofrecían sus servicios en la calle para los clientes más humildes.


Llevar el rostro rasurado distinguía al hombre libre, pero hubo un tiempo en que incluso los esclavos se afeitaban. Para el adolescente, su primera primera visita al tonsor era una especie de rito de iniciación en la edad adulta, y a veces tenía lugar al mismo tiempo que la toma de la toga virilis. La ceremonia, celebrada normalmente al cumplir los 20 años, recibía el nombre de depositio barbae, e iba acompañada de una gran fiesta a la que se invitaba a todos los amigos. En la casa, el joven se sentaba en un taburete rodeado por sus servidores masculinos, le ataban un trapo al cuello y mojaban su rostro con agua. El tonsor lo afeitaba mientras uno de los sirvientes sujetaba un recipiente que contenía telarañas empapadas en aceite y vinagre para aplicar rápidamente a cualquier corte que pudiera producirse. Los pelos de la barba eran colocados en una arqueta especial para la ocasión. Después el tonsor la cerraba y la entregaba al orgulloso padre entre los vítores y aplausos de los invitados.



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Los médicos en la antigua Roma

Durante los tiempos de la República, los romanos no consideraban la medicina como una ciencia. Por el contrario, sus prácticas se mezclaban con las artes adivinatorias y estaban influidas por los auspicios, confiando más en la voluntad de los dioses, cuyo favor se procuraban atraer con ofrendas, que en la eficacia de los remedios. Lo habitual era dejar esta tarea en manos de sus servidores, y los patricios contaban con su propio servus medicus.


Esclavos y libertos solían tratar a sus pacientes con arreglo a viejas recetas y panaceas. No había exámenes ni prueba alguna de aptitud, y si el esclavo se emancipaba a veces como consecuencia de la gratitud de un amo al que había curado de alguna dolencia podía abrir su propia consulta.


El panorama comenzó a cambiar cuando en el año 219 a. C. un cirujano griego, de nombre Archagathus del Peloponeso, se instaló en Roma y enseñó su arte a los romanos tras erigir, a expensas públicas, un puesto o taberna médica en el cruce de Acilio. A pesar de haber obtenido la ciudadanía romana y cobrar un sueldo que le pagaba el Estado, se granjeó numerosos enemigos. Lo apodaron el Carnicero, lo que da una medida de la fama de la que gozaba, y finalmente fue expulsado d
e Roma.

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martes, 17 de abril de 2018

Ropa de los niños en la antigua Roma

Los romanos disponían de una peculiar forma de clasificar según sus ropajes, era tan simple como unificar criterios de tamaños, colores y tejidos para que a simple vista cualquiera pudiera saber qué cargo ocupaba o el estatus social al que pertenecía.


El niño romano también tenía asignado un ropaje diferencial que no cambiaba de aspecto hasta que no alcanzaba la edad adulta (16-17 años), momento en el que se celebraba su paso a la madurez cambiando los ropajes infantiles por el uso de la toga viril. Este acto festivo consagrado a la Diosa Juventus, era muy importante por varias razones, la primera porque el pequeño ciudadano pasaba a ser considerado adulto socialmente, el segundo porque su nuevo estatus le permitía decidir si optaba por una carrera política o militar.


Esta forma de clasificación en la vestimenta permitía que cualquier hombre, mujer o niño que pasara por la calle pudiera establecer a simple vista si una persona era ciudadano libre o esclavo, si ocupaba cargo público y si era mayor de 16 años.


Los niños romanos patricios hasta la edad adulta vestían una modalidad de la toga praetexta (blanca con franja de color) mientras que los niños esclavos portaban una túnica corta que facilitara sus quehaceres diarios. En el caso femenino sería similar ya que en la infancia de una niña patricia se hacía uso de la toga infantil femenina que cambiaba por ropajes adultos cuando ésta se casaba (aproximadamente a los 16-17 años).  
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Tatuajes en la antigua Roma

En los comienzos de la cultura Griega y Romana el tatuaje era una práctica asociada con los pueblos “bárbaros”. Los griegos aprendieron las técnicas de tatuaje de los Persas, y lo empleaban para marcar a esclavos y criminales, así podían ser fácilmente identificados si intentaban escapar. Más tarde los Romanos adoptaron esta práctica de los Griegos, dado que sus ejércitos estaban formados por un importante número de mercenarios, estos eran tatuados para poder identificar a los desertores del ejército .
Muchos autores clásicos Griegos y Romanos mencionan el tatuaje como una forma de castigo.
Suetonio, un historiador y biógrafo romano relata que al sádico Emperador Calígula le divertía ordenar que tatuasen a miembros de su corte a su capricho.
También está documentado que algunos soldados del ejército de Adriano lucían un tatuaje relativo a su pertenencia a las legiones, también se cree que era una práctica habitual entre los legionarios que servían en el “Muro de Adriano”.
La evidencia nos llega de la mano del escritor romano Vegetio, cuya obra “Epítome de la ciencia militar”, escrita alrededor del siglo IV a.C., es la única obra completa sobre prácticas militares en el Imperio Romano que ha llegado completa hasta nuestros días.
Vegetio relata que los “reclutas debían marcados con la aguja con el emblema oficial de la legión tan pronto como fuesen admitidos en ella, pero no antes de haber superado unas duras pruebas físicas que asegurasen que estaban preparados para servir en ella”.
No sabemos qué aspecto tenía esta “marca de pertenencia” al ejercito romano, aunque lo más probable es que fuese el propio símbolo identificativo de una legión en concreto, un número identificativo de la misma, muchas de ellas tenías como símbolos animales imaginarios o reales, personajes mitológicos.
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Cocina en la antigua Roma

La cocina (cvlina) de las casas romanas era muy pequeña en relación con el resto de las dependencias. Situada detrás del atrio, contaba con un hogar bajo hecho de tejas planas; el fuego era de leña o carbón vegetal y el humo salía por una pequeña ventana o por una chimenea. El mobiliario era muy escueto y funcional: constaba de mesa y alguna silla o banqueta. La comida se hervía en ollas o cazuelas sobre un trípode, y se freía y se asaba en sartenes y parrillas de hierro. Algunos utensilios se colgaban en la pared (sartenes, cazos, parrillas, coladores), otros se colocaban al lado del hogar dispuestos para el uso (morteros, fuentes, jarras), y en el suelo tinajas de agua y vino, cestos de mimbre...
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Agricultores en la antigua Roma

El sector agrario era el más importante en la economía romana. Aunque no se realizó ningún avance técnico de consideración con respecto a...